jueves, 7 de febrero de 2008

IX


Decía Groucho Marx que el hombre tiene la edad de la mujer que ama. Suscribo la frase letra por letra. Por tanto, tuve veinticuatro años cuando me enamoré de Ángela. Tuve veintiuno cuando me enamoré de Montserrat. Tuve veintidós cuando me enamoré de Belinda y ahora tengo veintitrés. Las edades de cada una transmutadas hacia mi persona. Aunque, en realidad, a Ángela le llevo catorce años, a Montserrat veintitrés y a Belinda veintinueve. Desde un punto de vista cronológico, esta última tiene veintitrés y yo cincuenta y dos. Pero me siento de su edad. Cuando estoy a su lado, en momento alguno percibo la enorme diferencia generacional que hay entre los dos. Creo que ella tampoco. Creo que no le importa y si le importa, lo sabe disimular. Decía que la conocí cuando su vida aparentaba tener un tono color de rosa. Lo recuerdo como si fuese ayer…

En el escenario, Las Paredes Oyen tocaban uno de sus blueses originales en español. Humberto trataba de hacer que cada palabra que cantaba se escuchara diáfana, que el sentido de la letra de su canción se entendiera bajo el marco del lento y sutil sonido de la música negra. Sin embargo, desde minutos antes había algo que lo enfadaba. Sentadas en una mesa al fondo del Encrucijada Bar, el antro de la colonia Roma donde la banda solía presentarse una vez al mes, dos jovencitas hablaban en voz alta y reían a carcajadas. Gazca trató en enfocarlas desde sus pequeños lentes empañados por el calor de la sudoración. Apenas podía distinguirlas, ya que tenía a los reflectores encima y eso le restaba visibilidad. Entre la relativa penumbra, vio que con las dos alegres muchachas se encontraban dos personas más: otra joven –quien miraba atenta al grupo que tocaba en el escenario- y un hombre apenas distinguible. Molesto porque no lo dejaban concentrarse en lo suyo, clavó una mirada furiosa en aquel par de ruidosas, pero ellas ni siquiera se dieron por enteradas. Humberto optó entonces por ignorarlas. La siguiente canción era un boggie y el estruendo de la armónica y las guitarras desvaneció las risas de las chicas.

Hacía diez minutos que la tocada de Las Paredes Oyen había terminado. Empapado de sudor, con la camisa humedísima pegada al torso, Gazca platicaba con Graz,su amiga de MySpace, con quien a dos meses de haberse conocido había desarrollado una relación más que cercana. Graciela se veía muy guapa esa noche. Había llegado desde varias horas antes, cuando la banda realizaba aún la prueba de sonido y había permanecido en una mesa, solitaria, al pendiente de todo lo que acontecía en el estrecho escenario del Encrucijada Bar. Ahora platicaba con Humberto y le daba sus impresiones sobre la actuación de Las Paredes, como casi todo el mundo le decía al sexteto. Fue en ese momento que alguien tocó el hombro del cincuentañero periodista, esa noche en su papel de músico.
-Hola.
La voz llegó a sus oídos al volver la cara. Era una voz aguda, casi infantil, la voz de una niña. La miró y no supo quién era. Jamás la había visto antes y, sin embargo, su rostro le resultó familiar. Detrás de una boca muy sonriente que dejaba ver unos pequeños dientes perlados, estaba una joven morena y delgada, de piel blanca y negrísimos cabellos ondulados y un tanto esponjados. Su rostro era fino y bonito, de nariz pequeña y ojos pícaros. Él se puso de pie y no pudo evitar devolverle la sonrisa, antes de que ella volviera a hablar.
-Soy Belinda.
Humberto la reconoció entonces.
-¡Belinda, qué sorpresa!
Se saludaron con un beso en la mejilla. Ella rió divertida.
-No sabías quién era, ¿verdad?
-No, no… Pero ahora sí. Eres igualita a tu foto en MySpace.
Desde hacía un mes, se habían incorporado mutuamente a sus mutuos espacios cibernéticos y varias veces habían conversado por teléfono.
Ella bajó la mirada y sonrió con una coquetería irresistible.
-Oye, disculpa a mis amigas. Estaban haciendo mucho ruido.
-Ah, ¿estabas con ellas?
-Sí hacían mucho ruido, ¿no es cierto? Es que ya estamos un poco borrachitas.
-Ah, no te preocupes. No importa.
Gazca estaba tan encantado que por un instante olvidó a Graz, hasta que reaccionó.
-Perdón, perdón. Ella es Graciela. Ella es Belinda.
Ellas ni siquiera se miraron. Graz permaneció sentada, seria, callada, con la mirada en cualquier parte. Belinda seguía sonriente y sólo hablaba con él.
-¿Me trajiste el libro?
-¿Cuál libro?
-Pues el que me dijiste que me ibas a prestar, la novela de Philip Roth.
-Claro, "El lamento de Portnoy". No, no lo tengo aquí. ¿Pues cómo iba a saber que vendrías hoy?
-Sí, ¿verdad? Te hubiera avisado. Pero es que hasta hace rato yo tampoco sabía que iba a venir. ¿Y ahora?
-Te lo puedo dar otro día, es cosa de que me llames y nos ponemos de acuerdo.
-Oquei, así le hacemos. Bueno, te dejo. Me voy a mi mesa. Mucho gusto.
-El gusto es mío, Belinda.
Ella se alejó. Era realmente simpática. Humberto volvió a sentarse. La sonrisa seguía en su boca.
-¿Quieres tomar algo, Graz?
-No, gracias. Es más, yo creo que ya me voy.
-¿Tan pronto? Pero si apenas son las doce.
-Mañana tengo que ir a trabajar. ¿Me acompañas a tomar un taxi?

Una hora más tarde, Gazca bebía una cerveza helada y conversaba con algunos de los concurrentes cuando volvió a sentir que le tocaban el hombro.
-Ya me voy.
Dio media vuelta y la volvió a ver. Tras ella estaban sus dos amigas, con evidentes sonrisas beodas, y el hombre que las acompañaba.
-Sofía. Esmeralda. Javier, mi novio.
-Humberto saludó de beso a las jóvenes y de mano al moreno hombre peinado con rastas, quien lo miró inexpresivo. Luego éstos siguieron hacia la puerta del antro, pero Belinda permaneció unos segundos más con su recién conocido amigo.
-Entonces ya me voy.
-Bueno.
-Te llamo para ir por el libro a tu casa.
-Cuando quieras.
Se despidieron con un ligero abrazo y un beso en la mejilla. Gazca pudo percibir el delicado aroma a perfume que emanaba de ella. La vio alejarse hasta desaparecer tras la puerta. No le quedó duda alguna: Belinda era encantadora.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Donde puedo conseguir la primera parte de tu novela?

Matar por Ángela 2 dijo...

Tengo a la venta ejemplares (50 pesos más gastos de envío)

Anónimo dijo...

yo leí tu libro cuando tenía unos cándidos 16 años...lo amé y fue uno de mis libros favoritos de siempre. Desgraciadamente (o afortunadamente tal vez, suerte para no obsesionarme más contigo) lo perdí, en realidad me lo robaron. Es una sorpresa ver que decidiste continuarlo, aunque he de comentarte que sería mejor ponerle otro nombre. Por augurio, las segundas partes no son buenas y sin embargo esta si lo es.
Te mando un gran saludo,
una vieja lectora

flor subterránea dijo...

buenísimo, ya te estabas tardando, pero valió la pena esperar. Me encantó!

Unknown dijo...

Quiciera 2 ejemplares de MATAR POR ANGELA pues perdi el que tenia y uno quiere mi hermano a si que dime donde te puedo depositar para tenerlos y que bien por esta segunda parte felicidades.
alfcen@hotmail.com

Roberto Gonzalez Elizalde dijo...

Qué curioso, yo en estos momentos estoy leyendo "El lamento de Portnoy". No he seguido todos los capítulos de tu novela en linea (y tampoco he leido su primera parte) pero le pondré más atención. Un saludo!

Anónimo dijo...

HOLAX, NO ME LA CREO... LEI TU LIBRO HACE AAAAAÑOS... UN EX ME LO PRESTO Y ME ENCANTO!! TE LEIAMOS EN LA MOSCA, Y AHORA QUE QUERIA BUSCARLO ACA EN LA RED DOY CON ESTE BLOG, FELICIDADES!! Y DIME, COMO LE HAGO PARA QUE ME ENVIES UN EJEMPLAR DE MATAR POR ANGELA 1, SERIA GENIAL QUE PUBLICARAS EL 2 Y PODER TOCARLO ASI CON MIS MANITAS Y LEERLO UNA Y OTRA VEX... PORFA. SI QUIERES ME PUEDES AGREGAR A TUS CONTACTOS, MI MAIL ES rotsy062000@hotmail.com GRACIAS!!!! SALU2.