lunes, 12 de mayo de 2008

XI


Javier se moría de los nervios. Maldita la hora en que se le había ocurrido aquella idea, pensaba mortificado. Se encontraba a solas en la pequeña pero limpia y ordenada sala-comedor de la casa de su novia, en un céntrico barrio de San Juan del Río. Estaba ahí para cumplir una formalidad, algo que había hablado con ella desde semanas antes. Iba a escenificar una obra de la cual ya conocía la trama, pero temía olvidar los parlamentos. Sus toscas y morenas manos le sudaban y constantemente las restregaba contra el pantalón de casimir para secarlas. Se sentía un tanto ridículo al presentarse de traje. Como que su reseca cabellera, llena de muertas y opacas rastas, no combinaba con la pretendida elegancia del saco gris, la pulcra camisa blanca y la corbata azul chiclamino. Sus gruesos pies le dolían dentro de la prisión que representaban aquellos boleados zapatos negros de agujetas. Extrañaba la comodidad de sus sandalias o de sus viejos tenis. Pero hubiese sido un despropósito presentarse con sus habituales ropas ante quienes esa tarde sentía como jueces y frente a los que habría de pronunciar un discurso breve pero trascendente. Respiró larga y profundamente. Tenía que tranquilizarse. Después de todo, estaba en una casa que desde hacía un año visitaba casi cada fin de semana y donde era bien recibido. Al menos eso quería creer.
-¿Por qué tardan tanto en bajar? –pensó, casi en voz alta.
En el primer piso se escuchaban voces como murmullos. No entendía la razón por la cual ella lo había dejado ahí, solo y abandonado, para subir a hablar con sus padres y su hermano menor, Octavio. Hasta “Magdalena”, la perrita con la cual vivían en su departamento de Azcapotzalco, se hallaba arriba, en medio del cónclave familiar. En su cabeza comenzó a sonar una vieja canción de su grupo favorito de todos los tiempos: La Móndriga Crisis.
-Qué buenos eran, carajo. ¿Cómo se les fue a morir el Mauro? –volvió a pensar para distraer los nervios.
El antiguo percusionista de La Móndriga había sido su ídolo y él le guardaba un respeto absoluto, a pesar de las limitaciones musicales de quien la raza recordaba como “El Piporro”. Javier había estado en aquel antro la noche en que Mauro se mató. Apenas tenía en ese entonces dieciocho o diecinueve años y aún no le daba por tocar instrumento alguno. Pero lugar donde se presentaba la legendaria banda, lugar donde él acudía, sobre todo para contemplar al “Piporro” cuando efectuaba su clásico clavado hacia el público, el mismo que le causó la muerte al estrellar la cabeza contra el piso del malhadado antro. Fue desde ese ocasión que juró seguir los pasos de su idolatrado icono y convertirse en el mejor percusionista del ska mexicano. No lo consiguió, dadas sus claras deficiencias como ejecutante. Sin embargo, nadie podía acusarlo de no poner todo su entusiasmo cuando se paraba ante las congas y las golpeaba como un ente enloquecido, mientras a tropezones trataba de seguir el ritmo de las canciones de su propio grupo, el inefable Tequila Sound Machine.
-Ya llevan casi una hora arriba… ¡Me lleva! –masculló entre dientes, más tenso que molesto.
Fue en eso que escuchó pasos en las escaleras y deseó que mejor no bajaran, que se quedaran en la planta alta para siempre. Mas no fue así y no tardó en tener frente a él a los cuatro integrantes de la sonriente familia. Se puso de pie y sintió que las piernas no le respondían del todo, pero logró controlarse y dibujar en su rostro una mueca que quiso ser sonrisa y resultó un gesto indefinible. Ahí estaban el padre, la madre y el hermano de ella, muy serios y a la expectativa, lo cual hizo que su nerviosismo se disparara hasta los límites más extremos. Sintió ganas de correr al baño. No obstante, comprendió que habría sido algo impropio, dada la solemnidad del momento. Los tres se sentaron en el sillón grande y él hizo lo propio en el mismo donde se encontraba desde que llegó a la casa. Por su parte, ella se acomodó en una silla cercana, mientras mantenía abrazada a “Magdalena”.
Se produjo un larguísimo minuto de abrumador silencio. Una gota de sudor helado partió de la nuca de Javier y fue descendiendo en línea recta por su columna vertebral hasta alcanzar la cintura. Hubiese querido estar lejos de ahí, tal vez en uno de los campos de beisbol de la escuela que regenteaba su progenitor y donde él trabajaba como instructor. A su mente acudió una imagen inopinada: él mismo, al realizar un double play con uno de sus alumnos.
-¿Quieren café? –dijo ella, más que nada para romper la tensión.
-Después, mija. Deja que Javier diga lo que nos tiene que decir –la atajó su mamá.
No había escapatoria. El trajeado rasta debería afrontar las circunstancias. Carraspeó y en seguida surgió de su garganta una voz insegura e inesperadamente aguda.
-Bueno, pues…, yo… venía a decirles que…
Tenía la mirada clavada en el piso, en un pequeño tapete ovalado de dibujos garigoleados. Se sentía incapaz de levantar los ojos.
-Don Octavio… Doña Mercedes… Yo venía a decirles que… Bueno… Que su hija y yo…
A pesar de que todos sabían las razones de la reunión, era Javier quien debía externarlas. Así que nadie más hablaba y el silencio se volvía para él cada vez más opresor, asfixiante.
-Yo la quiero mucho y pues… ya llevamos más de un año de estar juntos, así que…
Volvió a interrumpirse y alzó la cara para verla a ella, suplicante. Entonces Belinda entró al rescate.
-Lo que Javier y yo queremos es que nos den su bendición y su permiso para ser novios oficiales –dijo la hermosa joven con encantador desparpajo, sin dejar de abrazar a su perra.
La tensión disminuyó de manera notable, pero sólo durante algunos segundos.
-¿Qué quieren decir exactamente con eso de ser novios oficiales? ¿Es un compromiso para casarse? –inquirió el padre de la muchacha con gesto adusto.
Javier sintió claramente que otra gota de sudor frío recorría su dorso. Apenas alcanzó a balbucear algo ininteligible.
-Bueno. No exactamen…
-Pues sí, papá. Para eso queremos ser novios oficiales, para casarnos más adelante –lo atajó Belinda muy segura de sí. Él la contempló atónito, mas no se atrevió a contradecirla.
-Pues eso está muy bien –comentó la madre de la muchacha.
-Sí, sí, pero un compromiso es cosa bastante seria –insistió don Octavio. -¿Para cuándo piensan contraer matrimonio?
Javier no sabía qué responder. Se trataba de formalizar el noviazgo, no de pedir la mano de la joven. Pero Belinda estaba imparable.
-Dentro de un año y medio, pa. En cuanto termine mi carrera –dijo.
-Me parece razonable –afirmó el jefe de la familia.
-Sí… Todavía faltan como veinte meses –añadió el percusionista con una cara de pasmo que no causó buena impresión a los presentes.
-¿Qué dices, Tavo? –interrogó la esposa a su marido.
El hombre no reparó en ella y fijó una escrutadora mirada en los ojos de quien oficialmente pretendía ser su yerno.
-Todo está bien, Javier. Belinda es muy inteligente y si quiere estar contigo, ella sabrá por qué. Pero una cosa sí quiero pedirte…
Algo en el interior del pretendiente lo hizo estremecer ante el grave tono de su suegro.
-¿Sí, don Octavio…?
-Que por ningún motivo, pero por ningún motivo, te atrevas jamás a pegarle a mi hija.

6 comentarios:

Rubén Agama dijo...

hola.
Hace 10 años yo tenia 15 cuando compre tu libro y me lo bebi en una noche junto con varias tazas de cafe, despues lo relei varias veces y lo preste cada que podia, queria que todos supieran de el. y asi fue hasta que lo perdi. Pero en mi memoria traigo aun ese libro que marco mi vida, pues apartir de ahi empese a escribir mas. Repito tu libro y tu revista son parte de mi vida. Me acompañaron en mi adolescencia y creci con ellos. Te dejo esto para que veas lo que ha hecho un mocoso de 15 años inspirado por ti en la decada que paso.

www.freewebs.com/ordok

Lo que no has comentado es que si finalmente Humberto aprendio a esperar a que no este tan caliente el cafe =D

saludos!!!

Son et Lumiere dijo...

Hola Hugo, justo hoy compré "Matar por Ángela", junto con algunos discos muy buenos, jaja la verdad que envidio tu colección (la que no estaba a la venta), pero bueno un gusto conocerte, la mosca tambien formó parte de mi vida, saludos!

La Nena Mounstro dijo...

Sr Michel...un placer encontrarlo por aqui y se que le voy a hacer una pregunta muy babosa , pero fijese que desde hace meses ando atras de MATAR POR ANGELA I y esta agotada y ninguna libreria sabe decir si la van a volver a pedir o no.( Fondo , Gandhi y Sotano)

Queria preguntarle si usted conoce alguna libreria de esas chiqiuitas q pueda tenerlo? o hay alguna manera de que la editorial me lo pueda vender directo? de verdad me muero por leer el libro y no se si lo logre.

Gracias por su ayuda

Matar por Ángela 2 dijo...

Querida Nena Mounstro. Escríbeme a mi correo electrónico (hgmichel55@yahoo.com.mx y te digo cómo conseguir la novela. Saludos afectuosos.

Hitlercito dijo...

jaja a mí la novela (ya de culto) me la prestó mi novia hace también como 8 años y al igual que el comentador de arriba lo perdí,
en los siguientes meses jamás lo encontré en ninguna librería, así que tarde o temprano tuve que admitirlo...

aún es mi novia, a ver si la puedo compensar con una versión autografiada (guiño guiño)

saludos de miguel tormentas!

Matar por Ángela 2 dijo...

Hola, Miguel. Escríbeme a hgmichel55@yahoo.com.mx y podrás reponerle la novela a tu novia. Un saludo.